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SIMON DE BEAUVOIR & J.P.SARTRE


Como Profesora en Filosofia,me permito recomendar esta lectura que encontre en "elbeso.cl".Trata sobre la relacion entre dos filosofos que supieron hacer del amor,la maxima expresion de libertad...


EL AMOR Y LA LIBERTAD

Jean Paul Sartre nació en París en 1905. Su padre era oficial de marina y murió en 1906. Ese mismo año, Sartre pasó al cuidado de sus abuelos maternos.
En 1917, su madre vuelve a casarse con Josep, compañero de curso de su ex marido, y consigue la tutela de su hijo. Con ello, aleja al pequeño Jean Paul del mágico mundo que significaban los libros y las historias que le entregaba su abuelo Karl.
En 1921 vuelve a París e ingresa al Liceo Henri IV, donde conoce a Paul Nizan, quien se convertiría en su mejor amigo de entonces. Llegaron a compenetrarse tanto que durante años se llamaron a sí mismos “Nitre” y “Sarzan”.
En 1924 Sartre ingresa a la École Normale Supérieure. Son años fundamentales en su formación. Brilla como actor en los festivales que se celebran anualmente y comienza a demostrar abiertamente su rechazo a los valores burgueses que promulgaba la sociedad francesa en ese entonces.
En 1929 obtiene la Licenciatura en Filosofía. Ese mismo año conoce a Simon de Beauvoir, mientras ambos preparaban el examen final, comenzando una duradera y epifánica relación. Sartre llama a Simone “ el Castor”, debido a su intensa dedicación a las labores intelectuales: “usted trabaja tanto como un pequeño castor.
Desde los inicios, Sartre y el Castor deciden basar su relación en la honestidad y la libertad. Cada uno posee independencia económica, sentimental y sexual: no están casados, no viven juntos y no tienen hijos.
Sartre es muy bajo (mide 1.55 mt) y sufre de estrabismo. Físicamente está lejos del ideal de belleza, pero sus ideas y su personalidad lo hacen muy atractivo para el sexo opuesto.
Beauvoir mide 1.60 mt., posee una voz profunda y áspera, su mayor sueño es ver realizado su destino intelectual y decide ignorar casi absolutamente la opinión de los demás.
Simone elige escribir como una manera de escapar del mundo de la monotonía creando algo nuevo, único e irreemplazable, “re – creándose” a sí misma para justificar su existencia. La literatura se convierte en el Castor en una manera de existir que logra remediar su soledad y su exilio interno.
“El infierno son los otros”, escribe Sartre. Para Simone, el otro que encontró en Sartre se convirtió en su mayor bendición: “Una gran suerte acaba de dárseme. Bruscamente, ya no estaba sola. Hasta entonces, los hombres que me habían interesado eran de una especie diferente a la mía. Me era imposible comunicarme con ellos sin reserva. Sartre respondía exactamente a mi voto de los quince años: era el doble en quien reencontraba, llevadas a la incandescencia, todas mis manías. Con él, podría simplemente compartirlo todo. Cuando lo conocí, supe que nunca más saldría de mi vida”.
Para Simone, lo esencial en su concepción del amor entre un hombre y una mujer era alcanzar una unión radical, donde la comunicación fuese casi absoluta.
Sartre y el Castor encontraban en su relación la mejor excusa para compartir y nutrir sus genialidades individuales. Sin embargo, sus vocaciones no coincidían exactamente. Sartre ponía el valor supremo en la literatura, Simone en la vida. “Sartre vivía para escribir. Yo asignaba a la vida un papel supremo”.
Lo anterior permite comprender que la obra novelesca de Simone de Beauvoir esté inspirada muy directamente en su vida real. Ambicionaba poner en frases las cosas de su vida, salvar su experiencia con palabras: “Quería que me consideraran, pero tenía esencialmente necesidad de que me aceptaran en mi verdad”.
El Castor explica en La Plenitud de la vida su relación con Sartre: “Él no tenía vocación de la monogamia; se complacía en compañía de las mujeres, que le parecían menos absurdas que los hombres; no pensaba, a los veintitrés años, renunciar para siempre a su seductora diversidad”. Ante esta situación, Sartre le explica que el amor entre ambos es “necesario”, pero que no pueden renunciar a amores “contingentes”.
La idea anterior los lleva firmar un contrato por dos años, en el que acuerdan que vivirían juntos durante ese período lo más íntimamente que ambos pudieran soportar. Después se separarían para reemprender, durante un tiempo “más o menos” largo, una vida “más o menos” en común. Además se comprometían a contarse absolutamente todo.
El contrato se enterró posteriormente de común acuerdo. En palabras del Castor: “Revisamos nuestro pacto y abandonamos la idea de un contrato entre nosotros. Nuestra unión se había estrechado y hecho más exigente que en un principio; podía admitir breves separaciones, pero no largos viajes en solitario. No nos juramos fidelidad, pero nos sabíamos el ser más importante para el otro”.
Desde entonces, la relación entre Simone y Sartre se convertiría en un inmenso amor a la libertad, por sobre todas las demás posibilidades terrenales.
Cada uno se transformó en el primer lector del otro, dedicándose mutuamente cada una de sus obras. Compartían el proceso de creación a través de largas cartas o encendidas conversaciones.
“Éramos de la misma especie, y nuestra unión duraría tanto como nosotros”, señala Simone en sus memorias. Esta idea le permitirá superar los celos que le producía la inexorable necesidad de Sartre de tener muchísimas amantes, para regalar al mundo una de las más hermosas historias de amor que hayamos podido escuchar. “Lo que nos ligaba nos desligaba; y por ese desligamiento nos reencontrábamos ligados en lo más profundo de nosotros”.
Durante toda su existencia, Sartre mantuvo romances con mujeres cada vez más jóvenes. Simone lo entendía como una incapacidad para aceptar la edad adulta. Mientras, ella mantenía esporádicas relaciones con otros hombres y otras mujeres, algunas de las cuales eran a la vez amantes de Sartre.
Así transcurren las existencias de estos brillantes pensadores: Jean Paul abusa de excitantes y somníferos, fuma y bebe en exceso café y alcohol, duerme cinco horas diarias. Nunca desayunan juntos. Él prefiere despertarse solo, pues detesta que le dirijan la palabra en la mañana. Ambos viven en un Hotel de París, escriben en una cafetería, se embriagan de lecturas, de discusiones acerca de cine, filosofía y jazz. Sus alumnos se sienten fascinados por la lucidez de ambos. Con una de ellas, Olga Kozakiewicz se forma un triángulo amoroso que pone a prueba los celos del Castor.
En 1939, Sartre es movilizado a causa de la Segunda Guerra Mundial, siendo hecho prisionero a mediados de 1940 y liberado en 1941.
En 1941, Simone comienza una relación con Jacques – Henri Bost, quien más tarde se casaría con Olga Kozakiewicz.
En 1943, el Castor publica La Invitada, su primera novela. Allí explica la relación triangular que mantuvieron con Olga. Ese año, Sartre publica El Ser y la Nada, en el que expone la base de su filosofía existencialista.
Después de la liberación de Francia, la obra de Sartre prolifera en diversos géneros, lanza la serie de novelas Los Caminos de la Libertad, estrena nuevas obras de teatro y funda la revista mensual Les Temps Modernes, la cual contaba con la participación de Simon de Beauvoir, Merleu – Ponty, Camus y Paulhan, entre otros importantes pensadores existencialistas.
En 1946, Sartre publica la conferencia El Existencialismo es un Humanismo, de gran repercusión dentro y fuera de Francia.
Situado en la cresta de la ola, los amores y odios hacia Sartre se desatan. La Iglesia, las derechas y algunos comunistas le dedican toda clase de insultos y descalificaciones.
Simone, al ser una mujer que ha rechazado el matrimonio y la maternidad, suscita también grandes odios de los sectores más conservadores. Ella se queja que no se le reprocha lo mismo a Sartre. En 1949 publica el ensayo “El Segundo Sexo”, considerado fundador del movimiento feminista contemporáneo.
En esa época, el Castor mantiene una relación epistolar con el escritor norteamericano Nelson Algen, quien le propone matrimonio. Ella rechaza esta propuesta, señalando que “no podría vivir únicamente de amor y felicidad”.
Hasta mediados de los ’60 el existencialismo sartreano, con su épica de la decisión y de la responsabilidad fundada exclusivamente en la contingencia del sujeto “condenado a ser libre”, alcanza una gran divulgación e influencia.
En medio de una época marcada por los sueños de cambiar el mundo, Sartre y el Castor se transforman en los grandes inspiradores de toda una generación. Juntos recorren el mundo exponiendo sus ideas acerca del existencialismo, destacando siempre la importancia de asumir la propia libertad.
Con la fama, Sartre ha perdido uno de sus bienes más queridos: la intimidad. Ante la avalancha de personas que desean llegar hasta él, algunos de sus alumnos – amigos forman una auténtica guardia para proteger al “maestro”. Simon de Beauvoir es una de las principales. Ella vive el momento de gloria de manera más simple: “La notoriedad me ha dado lo que deseaba: que quisieran mis libros y a mí a través de ellos”.
En 1950, Sartre y el Castor firman el Tratado de Estocolmo, en el que reclaman el cese de las pruebas nucleares. Se han convertido en la pareja de intelectuales más representativa de la post - guerra.
En 1960, Sartre publica Crítica de la Razón Dialéctica, donde intenta sistematizar la relación, hasta entonces irresuelta, entre su pensamiento existencialista y su concepción marxista de la historia.
Este es un año importante y trágico para Francia. El conflicto argelino divide a los franceses; intelectuales y políticos se ven obligados a tomar posiciones y Sartre se convierte en uno de los más agudos beligerantes contra las acciones del gobierno y del ejército. Desde entonces se convirtió en la voz de la lucha por los derechos del tercer mundo.
Convertido en la voz de toda una generación e investido de una autoridad moral e intelectual sin parangón, Sartre rehúsa el Premio Nobel en 1964, acusándolo de constituir un premio “burgués”. Esto aumenta su prestigio como intelectual comprometido.
Viaja por una infinidad de países donde siempre es recibido por multitudes, representando para los jóvenes el adalid de la lucha por las libertades.
En 1967 comienza una campaña contra la guerra de Vietnam. En mayo de 1968 Francia vive la convulsión política más grande del siglo XX: los estudiantes de París declaran “el comienzo del reinado de la libertad” y su revolución se extiende por casi todas las universidades del país. Sartre y el Castor constituyen una de las banderas más importantes y allí están con ellos, en La Sorbona.
En 1973, Sartre comienza a sufrir una ceguera casi total, lo que lo obliga a depender de sus amigos, especialmente de Simone. Desaparece de la escena pública.
El Castor proclamaría a la humanidad un tercio de siglo después de conocer a Sartre: “Ha habido en mi vida un triunfo seguro: mi relación con Sartre. En más de treinta años, sólo una noche nos hemos dormido desunidos. Este largo gemelazo no ha atenuado el interés que prestamos a nuestras conversaciones… la desgracia es la única cosa nueva e importante que puede sucederme. O veré a Sartre muerto, o moriré antes que él. Es atroz no estar cerca de alguien para consolarlo de la pena que le causamos abandonándolo; es atroz que alguien nos abandone y calle”.
En 1980 Sartre muere a causa de un edema pulmonar. “Su muerte nos separa. Mi muerte nos volverá a reunir. Mejor así: ya es hermoso que nuestras vidas hayan encajado durante tanto tiempo”, escribe el Castor.
Simone muere en 1986. Sus restos descansan junto a los de Sartre, en el cementerio de Montparnasse.
La historia de Simone y Sartre puede ser entendida cuando se ha sentido la grandiosidad de entregar amor sin imponer condiciones, sin dejar que los obstáculos propios del egoísmo humano destruyan la capacidad de simplemente existir.
En sus inagotables intercambios epistolares han dejado las huellas que permiten comprender que si estas almas no se hubieran encontrado, la historia del siglo XX no habría estado marcada tan fuertemente por la lucha por el respeto a la libertad individual.

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